Desde que nacemos y a lo largo de la vida, nuestro organismo, y en concreto el sistema inmunitario, nos defiende de sustancias dañinas.
En este artículo te contamos la diferencia entre inmunidad innata e inmunidad adquirida.
El sistema inmunitario es la barrera natural de nuestro cuerpo dispuesta para hacer frente a cualquier agente externo que pretenda atacar al organismo. Si imaginamos nuestro cuerpo como un castillo medieval, el sistema inmunitario sería la defensa que nos protege frenando y atacando a virus y bacterias. De él forman parte las murallas del castillo y sus centinelas –inmunidad innata- y el ejército de caballeros y arqueros –inmunidad adquirida.
INMUNIDAD INNATA
- Es la protección con la que nacemos.
- Incluye barreras como la piel, las mucosas, las lágrimas o el ácido del estómago.
- Responde inmediatamente, su función es intentar destruir los patógenos en el primer momento que entran en el cuerpo, actúa en pocos minutos u horas.
- Es una protección inespecífica, ataca al patógeno sin tener en cuenta la especie y aunque no nos haya atacado previamente.
INMUNIDAD ADQUIRIDA
- Es fruto del aprendizaje. A medida que el sistema inmunitario va atacando diferentes patógenos es capaz de reconocerlos y recordarlos para la saber cómo frenarlos si vuelven a atacar.
- La forman, principalmente, los linfocitos T y B que son los encargados de reconocer los antígenos y de generar anticuerpos, respectivamente.
- Es una respuesta más lenta, buscando adaptarse al agente infeccioso concreto.
- Es específica, activa las células precisas que son capaces de frenar un patógeno determinado.
Mantener un sistema inmunitario fuerte implica llevar una vida saludable, con dieta equilibrada, descanso adecuado, ejercicio moderado y sin estrés.
Refuérzalo con soluciones naturales: la equinácea, el propóleo, el tomillo, algunos hongos (maitake, shiitake y reishi), las vitaminas C y D y el zinc pueden ayudarte.