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Aunque parezca que el SIBO está de moda, este trastorno digestivo se conoce y se estudia desde la mitad del siglo pasado. La diferencia está en la popularización del término, la prevalencia de esta enfermedad debido al estilo de vida actual y las formas diagnósticas menos invasivas y, por tanto, cada vez más utilizadas.


¿Qué es el SIBO?

SIBO son las siglas en ingles de Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado. Gran parte de la microbiota del tracto digestivo, hasta el 90%,  se encuentra en el colon o intestino grueso. Cuando los microorganismos que habitan en el intestino delgado crecen en demasía provocan síntomas molestos y pueden llegar a generar problemas de salud más graves.

No sólo las bacterias pueden estar sobrecrecidas. También puede existir un exceso de parásitos o de hongos. Los parásitos suelen producir un exceso de gas metano -en este caso lo llamamos IMO-, y una infección por hongos en el intestino se denomina SIFO.

Cuando no nos hemos realizado un test diagnostico específico y no hemos podido identificar exactamente el tipo de sobrecrecimiento que sufrimos, acabamos por llamar a todo SIBO.

¿Cuáles son los síntomas?

Los principales síntomas son iguales tanto si sufrimos SIBO, IMO o SIFO: 

  • Digestiones lentas
  • Gases olorosos y persistentes
  • Distensión abdominal
  • Estreñimiento 
  • Alternancia de diarreas explosivas (repentinas, totalmente acuosas y con expulsión abundante de gas)
  • En ocasiones, acidez estomacal y mal aliento (en caso de sobrecrecimiento de bacterias productoras de sulfuro de hidrógeno)

Estas son sólo las molestias perceptibles y no son exclusivas de esta enfermedad.  Por tanto, no debemos nunca autodiagnosticarnos. 

Además, si estos síntomas no se tratan, a largo plazo podemos sufrir: 

  • Malabsorción intestinal y deficiencia de vitaminas. 
  • Hiperpermeabilidad intestinal y respuestas inflamatorias que pueden derivar en problemas en la piel, alteraciones hormonales y otros problemas metabólicos. 
  • Depresión, pérdida de memoria y alteraciones  en el humos y el sueño. 

Quien sufre SIBO sabe lo dolorosa e incómoda que es esta patología. Pero es importante entender los posibles problemas subyacentes que deberíamos descartar. Es decir, las posibles causas

  • Cirugía abdominal que haya tenido como resultado alteraciones en la válvula ileocecal. Esta válvula se abre en un único sentido para que el contenido del intestino delgado pase al intestina grueso. Si este área del intestino sufre daños, puede haber cierto retroceso del contenido del intestino grueso al delgado, produciendo que las bacterias invadan un espacio que no les corresponde. 
  • Hipoclorhidria gástrica. La medicación crónica para la inhibición de la formación de ácido en el estómago puede provocar un cambio de pH en el tubo digestivo que favorezca la proliferación de bacterias, parásitos y hongos en el intestino delgado. 
  • Enfermedad celiaca o enfermedad inflamatoria intestinal diagnosticada y, por tanto, no tratada con la dieta correcta. 
  • Diabetes o resistencia a la insulina. 
  • Diverticulosis.

Cualquier patología que desencadene de forma directa (hipotiroidismo, por ejemplo) o indirecta (algunos fármacos) en estreñimiento severo. 

Esto quiere decir que, además de diagnosticar y trata el SIBO, las personas que sufren deben sospechar. descartar y solucionar las anomalías previas. 

¿Qué dieta debo seguir si tengo SIBO?

La recomendación más extendida es mantener una dieta baja en carbohidratos altamente fermentables. Algo que también se conoce como dieta baja en FODMAPs. 

Este tipo de dieta reduce los síntomas, pero no es un tratamiento para SIBO, que debe solucionarse con antibióticos (farmacológicos o herbales) procinéticos (plantas como el cardo mariano, la manzanilla o la raíz de jengibre actúan mejorando la motilidad de todo el tubo digestivo) y, finalmente, con probióticos específicos para reducir la inflamación de las mucosas. 

Lo ideal es acudir a un dietista-nutricionista que pueda asesorarte y acompañarte en el proceso de curación, que suele ser largo. 

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