Detrás de su atractivo aspecto
hay una planta carnívora. El rojo intenso de sus hojas y las pequeñas gotitas
que las cubren son, en realidad, una trampa mortal para los insectos. El color
atrae principalmente a moscas y mosquitos y las gotas son mucílagos en los que
estos quedan atrapados para fagocitarlos. Así, la planta complementa la escasa
nutrición que le aportan los suelos pobres o de ph inadecuado en los que suele
crecer.
Tras aspecto están también sus
excepcionales propiedades terapéuticas conocidas desde hace siglos. Ya en el
siglo XII, el médico italiano de la Escuela de Salerno, Matthaeus Platearius,
describía la drosera como un excelente remedio para la tos y así fue utilizado
en Europa y especialmente en Alemania. Los herbolarios recomendaban el té de
Drosera para la tos, bronquitis, asma y para los "calambres
bronquiales". Un estudio ya demostró en la primera mitad del siglo XX que,
efectivamente, la drosera posee propiedades antitusivas.
En otros estudios se menciona que
la planta crece en praderas húmedas, a lo largo de la frontera de los pantanos,
y que la evitan los animales. En algunos se explica que cuando es comida por
las ovejas les provoca una tos que es fatal. Curiosamente, siguiendo los
principios de la homeopatía, fue recomendada por los médicos alemanes del siglo
XVIII como una panacea para la ronquera.
En la actualidad, las raíces,
flores y frutos de la planta, se recomiendan por sus múltiples propiedades:
La drosera puede encontrarse en
extractos o jarabes, combinada con otras plantas que ayudan a afrontar la tos y
otros problemas respiratorios, como el saúco, el eucalipto o el saúco.