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Cuida tu sistema inmunitario, también en primavera


El cuidado del sistema inmunitario no es exclusivo del invierno. Aunque sigue estando muy extendida la creencia de que enfermamos con el frío, el otoño y el invierno no son los responsables de ello.

Sí es cierto que algunos microorganismos se desarrollan mejor con las bajas temperaturas, pero donde realmente está el problema es en nosotros mismos, en nuestras defensas. Y estas también flaquean en primavera y verano, más aún si no les prestamos la atención adecuada. 

El sistema inmunitario lo forman órganos, tejidos y células distribuidos por todo el cuerpo. La médula ósea, el bazo o los vasos y ganglios linfáticos forman parte de él. Pero también las amígdalas, la piel o las membranas mucosas que encontramos en la boca, las vías respiratorias, el intestino o el tracto genitourinario. Todo el conjunto se encarga de defendernos del ataque de agentes externos (virus, bacterias, parásitos, etc.) y de diferentes tóxicos a los que estamos expuestos. 

En el caso de una persona sana, el sistema inmunitario reaccionará ante un “ataque” y, además, lo hará adaptando su respuesta en función de la gravedad del mismo. Pero, en ocasiones, nuestro sistema inmunitario puede fallar: bien porque esté debilitado (inmunodeficiencia), bien porque ataque al propio organismo en lugar de defenderlo pensando que es este el enemigo (enfermedades autoinmunes), o bien reaccionando de forma desproporcionada ante un agente que considera extraño (alergias). 

Como hemos señalado, con el frío se dan una serie de circunstancias (humedad, temperatura propicia, más tiempo en lugares cerrados…) que favorecen la supervivencia de los virus que causan gripes y resfriados. Pero también en los meses de primavera y verano se dan otras situaciones, hábitos y modos de vida que pueden hacer que nuestro sistema inmunitario flaquee.  

  • Dieta desequilibrada:

Con la llegada del buen tiempo aumentan nuestras actividades sociales. Las rutinas quedan a un lado y es más complicado seguir unos buenos hábitos en lo que a la alimentación se refiere. Comidas y cenas fuera de casa, barbacoas, viajes y vacaciones, se transforman muchas veces en excesos, platos procesados y comidas con abundancia de grasas saturadas y azúcares.

Si queremos cuidar nuestro sistema inmunitario no debemos abandonar una dieta variada y equilibrada que aportará a nuestro organismo los nutrientes necesarios. Aprovechemos que el verano es la estación de las ensaladas, las frutas refrescantes y las sopas frías. 

  • Falta de sueño:

El verano nos invita a cargar nuestra agenda de actividades y, por tanto, a restarle horas al sueño. Si a eso le unimos además las dificultades para dormir en las tórridas noches estivales, nuestro descanso se va a ver penalizado. Es importante dormir siete u ocho horas, ya que el sistema inmunitario se fortalece durante el descanso.  

  • Altas temperatura:

Las elevadas temperaturas del verano también son un riesgo para nuestro sistema inmunitario. Algunos estudios apuntan a que el estrés térmico por calor puede disminuir nuestra respuesta inmune. 

¡Ojo con el aire acondicionado!, si lo ponemos a máxima potencia el chorro frío puede tener las mismas consecuencias sobre las mucosas respiratorias que el frío del invierno. 

  • No descuides tu microbiota:

La diarrea del viajero es uno de los problemas más frecuentes cuando hacemos turismo y puede convertir nuestro viaje en un verdadero infierno. Principalmente, está causada por bacterias y virus que entran en nuestro cuerpo al consumir agua contaminada o alimentos en mal estado, normalmente cuando visitamos algún lugar en el que las condiciones de higiene y salubridad no son las más adecuadas. Para prevenir la “diarrea del turista” lo mejor es tomar ciertas precauciones como beber siempre agua embotellada, no aceptar cubitos de hielo y comer los alimentos muy cocinados. Los probióticos también son efectivos a la hora de prevenirla. Diversos estudios avalan la efectividad de la levadura Saccharomyces boulardii en el tratamiento de las diarreas de cualquier origen, al disminuir la secreción de agua y electrolitos en el intestino.

El gran aliado, el sol

La vitamina D, que solemos asociar al mantenimiento de los huesos, tiene además otras funciones muy importantes en nuestro organismo. Interviene en la función inmunitaria fortaleciendo nuestro sistema defensivo y ayudando a prevenir infecciones. Esta vitamina es escasa en los alimentos, se produce de forma natural en el cuerpo cuando la piel se expone al sol. Por eso, el rey del verano es un buen aliado de nuestro sistema inmunitario. 

Además, su presencia también nos invita a salir, llevar una vida activa y practicar algo más de ejercicio. La actividad física moderada y regular también ayuda a mejorar el sistema inmunitario. 


Etiquetas #salud #consejos #defensas